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ISSN 1989-4163

NUMERO 31 - MARZO 2012

Historiada Parábola de los Ciegos

Luis Arturo Hernández

La mirada fósil. Autor: Javier Mina, San Sebastián, Tabula Rasa, 2011

                                                 A don Julián Ayala Achaerandio,
                                        que quiso abrirnos los ojos a temprana edad
                                        con la lucidez de La sinfonía pastoral de Gide.

                                                 Y a Ana Mª Dávila,
                                        que me enseño a mirar
                                        a los ciegos con otros ojos.

      Aunque en su enciclopédico El Ojo del cíclope (Premio de Ensayo Miguel Espinosa 2004) Javier Mina (Pamplona, 1950), y en esta etapa de madurez del autor y ensayista, observaba con mirada penetrante el mal de la ceguera como símbolo del Totalitarismo en la literatura —la mirada petrificante del Basilisco, el mal de ojo fosilizador del Ogro Filantrópico—, y lo hacía de refilón en su más reciente ensayo, Tigres de papel (Premio de Ensayo del Gobierno de Navarra, 2008), a propósito de las figuras del Dictador, en ambas aproximaciones al tema hacía la vista gorda ante la ceguera como una realidad plural —faction y fiction—, polisémica, polifacética y multidisciplinar —ciencia y arte—.

   La mirada fósil (2011) constituye, finalmente, un panópticum desde el que observar el desarrollo de dicho motivo de forma diacrónica en su desarrollo histórico, literario fundamentalmente, y en el Epílogo, en sus distintas manifestaciones en las otras artes.

  Se trata de una pequeña enciclopedia narrada, no de forma exhaustiva naturalmente —quien pretendiera agotar el tema se dejaría los ojos en la empresa sucumbiendo, en negra paradoja sobre blanco, a la ceguera que intentaba desentrañar; víd. J. Milton—,  con profusas glosas de los argumentos de obras protagonizadas por invidentes, y unas profundas interpretaciones ¿hermenéuticas? de la intencionalidad o su significación, con ese tono conversacional sobre los temas humanísticos que se percibe en algunos intelectuales de la II República y deslizamientos a lo coloquial, informal, oral, que dan un ensayo amable y próximo, sin el empaque académico antipático y pretendidamente distante, y un tono divulgativo, con paréntesis explicativos insertados en el cuerpo de texto y exégesis semánticas o comentario de texto, oportunos contextos ideológicos de época y contra-argumentación  ensayística como la que juzga el realismo socialista.        

   El cuerpo central de tamaño estudio monográfico lo constituyen las ficciones sobre la ceguera que, en la peculiar taxonomía del autor, se divide en obras literarias con ciego como protagonista (VIDAS DE CIEGO) y aquellas que ven en la ceguera valor simbólico (LOS RELATOS METAFÓRICOS). Y sendos epílogos (LOS RELATOS DE LA CIENCIA y LOS RELATOS DELA HISTORIA), con testimonios reales sobre la acromatopsia como refugio frente a un mundo hostil, el primero; y la ceguera en la Historia de la Literatura —de romances de ciego a la gallinita ciega— y la Literatura de la Historia —de la picaresca a la ONCE—, el segundo. La ceguera en “las ciencias y las letras”, pues, y cuyo colofón es un EPÍLOGO, que más parece un catálogo de “la ceguera considerada como una de las Bellas Artes”, o apéndice artístico en forma de centón de referencias, que una síntesis.  

      VIDENTES: EVIDENTES E INVIDENTES o LA NOCHE DE LOS BASTONES BLANCOS  

          “Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el pozo.”
                                           Evangelio de Mateo, 15, 14
           
   Tras h/ojear en el PREÁMBULO “el sentimiento trágico de la ceguera” en el Génesis y la Teogonía —como maldición bíblica en la tradición judaica de la Torá; o clarividencia del Más Allá para el in/vidente en la mitología griega, con mirada de SOS/Layo a Edipo y Homero; a la que se suma, apéndice tardío, la apócrifa tradición céltica de Ossián—, con el personaje/poeta, castigado/cegado, a ojos vista, por/para ver el Más Allá dada su incapacidad para ver el más acá (venganza platónica), Javier Mina va incorporando a su cuerda de ciegos,  desde la ejemplarizante tradición milagrosa, a los príncipes de (la literatura de) las Tinieblas en la Edad Moderna y sus postrimerías —desde Rey Lear o Fausto a románticos como Gautier (Mal de ojo), Hölderlin (Hiperión), Shelley, Zorrilla, Espronceda, e incluso el Kipling nihilista (in Nilo tempore) de Luz que se apaga—, con el contrapunto del “sentido cómico  de la vida” del ciego como “burlador burlado” del relato medieval francés, y que desembocará en el Baudelaire del poema “Los ciegos”.  

 
       SEGUNDA RONDA NOCTURNA

   Cerrado el bucle tragicómico de la ceguera en las postrimerías de la Edad Moderna, Mina incardina, para la Era Contemporánea, la búsqueda de lo Otro en dicha carencia: bien como vía de acceso subjetiva y visionaria a la Luz más allá de las tinieblas urbanas desde el espiritualismo romántico —con su oportuno contexto en la digresión-marco sobre la expansión de la urbe al socaire de la Revolución Industrial—; bien como medio de observación de lo Otro en los propios ciegos desde la evidencia social y materialista —al arrimo del positivismo en que se inspiran el Capitalismo y sus regeneracionistas—, en Marianela de Galdós —y lástima que no se le eche un vistazo al críptico Almudena, por Misericordia—, Los ciegos de Maetterlinck, El firmán de la ceguera de Kadaré o en Korolenko. Y, aún más, el negativo de esos daguerrotipos, en el blanco sobre negro del drama de ver: desde el conformismo de En la ardiente oscuridad de Buero Vallejo —en el polo opuesto de los RELATOS DE LA CIENCIA: ojos que no ven,…—, pasando por esa tragedia de recuperar la vista en La sinfonía pastoral de Gide, a la reversibilidad de la ceguera en El testigo ocular de Weiss et alii, hasta, en nuevo viraje, el “factor Tiresias”.

         INFORME SOBRE LA CEGUERA vs. ENSAYO SOBRE CIEGOS  o ESBOZO PARABÓLICO

          “La imagen que nos transmite puede ser la de los ciegos de Breughel. Los viejos e apoyan unos en otros, uno tiene la cara deformada debido a una hinchazón crónica de la quijada, otro arrastra los pies casi tumefactos; más adelante, como un sonámbulo, avanza un viejo chantre que ha perdido la voz.”

                                            Sergio Pitol, “Chéjov nuestro contemporáneo”, Pasión por la trama

   Porque ahí justamente, donde se produce el cambio de rasante de las vías paralelas —por parafrasear el ensayo de literatura comparada que Mina tituló Vidas paralelas— de la ceguera real a la ceguera metafórica, que constituye el eje estructural de la obra, y tras un inciso misceláneo sobre la ceguera en 4 autores —mística de Juan de la Cruz, racionalismo en Diderot o pura pérdida en grandes iluminados como Milton; excepción hecha, claro , del swedenborgiano “Poema de los dones”; y la ausencia de Joyce—, es donde tiene lugar la última vuelta de tuerca de ambas ramas de la historiada “Parábola de los ciegos” que, por decirlo con el título del viejo Brueghel de 1568, podría servir de  subtítulo a La mirada fósil, a saber: la de la vuelta a lo visionario, revelador, de un Max Estrella o del cegarse para ver del “Informe sobre ciegos” de Sábato: del conocimiento individual, interior, irracionalista, próximo al psicoanálisis, y diametralmente opuesto a la rama del conocimiento de lo social, exterior, racionalista, próximo a la sociología del  Ensayo sobre la ceguera de Saramago, tendenciosa tentativa de parábola socio-política a la que Mina aplica un severo correctivo crítico por cuanto que, entre las abundantes incongruencias del relato, se reserva una ”vanguardia vidente” para guiar a los ciegos.

Y de ensayos y tentativas trata igualmente el resto de parábolas de ciegos de intención sociológica, desde la anulación de los derechos humanos en El concierto de San Ovidio de Buero, pasando al link de la impotente dependencia en Los ciegos de Maetterlinck, hasta la integración forzosa del diferente en El país de los ciegos de H. G. Wells. Y así, la “parábola de los ciegos” —en sendos sentidos, real y metafórico, literario y científico: de subgénero narrativo-didáctico de una cuerda de ciegos guiados por un ciego, como en la parábola evangélica; y figura geométrica troncocónica que representa su devenir espacio-temporal, diacrónico-diatópico, cronotópico, a lo largo de la/s H/historia/s—, y cuyo foco se hallaba en la mitología judeo-grecolatina, se escinde a ciegas por ramales opuestos: el del barroco idealista  —piadoso medieval, visionario romántico y nihilista contemporáneo—y el clásico materialista —bufo medieval, social realista y científico contemporáneo—, y ambas ramas divergen por sendas antitéticas —yo vs. nosotros—, tras su última y petrificada mirada recíproca en la Escuela de Frankfurt, igual que unas asíntotas que apuntaran hacia un tiflológico infinito común en el horizonte de sucesos.

      EVIDENTE, QUERIDO GUASÓN

   Ensayo, inserto en la metodología del ensayo/error, La mirada fósil es una tentativa, pues, de esbozar esa cuerda de ciegos con Homero, el primero, y último, el que lo lea.

   No sólo por exigencias del lenguaje políticamente correcto, sino porque de hecho, y gracias a Braille, la población invidente alcanza notables índices de afición lectora, no puede decirse ya, con aquel desparpajo de nuestra infancia del “Tonto el que lo lea”, “gasta menos que un ciego en novelas”,  sino con mayor acierto: “que un “estibador —descargador— de los puertos de internet”. Y si no, que venga Dios y lo vea —o lo lea—.

   En cuanto a la editorial Tabula Rasa de San Sebastián, que ha dado a la luz la obra, no le queda al crítico sino que los hados del mercado —endiosado (en/dios/hado)— y los aedos no la arrastren al Hades de la crisis del sector arrasándola quam tabulam rasam.

La mirada fósil

 

 

 

 

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